dimecres, 31 de gener del 2007

Porque Ségolène gusta a las mujeres

Columna publicada en Expansión

Las próximas elecciones presidenciales francesas van a suponer un revolcón al sopor en que está inmersa la Republique. Se confrontarán no sólo dos ideas sobre Francia sino también dos candidatos altamente mediáticos cuyo discurso y estilo supone una renovación en sus respectivos partidos.

Pero más allá de este hecho –ya de por sí significativo- que sea Ségolène Royal una de las candidatas supone un cambio de calado más profundo y que –esperemos!- tendrá repercusiones fuera de las fronteras galas.

Con excepciones nórdicas y la más reciente excepción Alemana, nunca antes una mujer había optado a presidir un país de lo que conocemos como mundo occidental desarrollado. A ser la número uno, la que más manda, la jefa de las fuerzas armadas. Y no vale citar a Margaret Thatcher como premier del Reindo Unido, porque es un caso distinto para el tema que nos ocupa. Para Thatcher el ser mujer era un atributo ninguneado, y todo en ella estaba masculinizado; competía con los hombres en su terreno de juego. En cambio, Ségolène es la feminidad por excelencia y opta a la presidencia de Francia orgullosa de sus tacones, su falda entallada, su melena suelta y sus cuatro hijos. Habla distinto y piensa distinto.

Ségolène abre pues la brecha de una tendencia que se debería generalizar en el siglo XXI: para la igualdad de género vale la cantidad pero también la calidad.

Si hacemos un repaso a la historia reciente de Catalunya vemos cuanto camino nos queda aún por recorrer. La participación de las mujeres en la vida política ha aumentado, sí, pero si nos fijamos en los cargos de poder, el discurso es muy desalentador. En la primera, segunda y tercera legislatura (o sea, del año 1980 a 1992) ninguna mujer optó al cargo de Consellera de la Generalirat. Sólo una del 92 al 99, tres en la sexta legislatura y cinco en la séptima. Ahora tenemos cuatro, cuatro de quince. Y además, generalmente responsables de lo que se consideran dominios femeninos como bienestar o cultura. Nunca tuvimos Consellera de Economía, por decir algo. Nunca una mujer ha sido dirigente máxima de un partido, ni hay actualmente ninguna que sea portavoz o presidente de un grupo parlamentario (con la honrosa excepción de Manuela de Madre). Tampoco se sabe de ninguna mujer que haya estado al frente de algún sindicato mayoritario o de alguna patronal, y no empecemos a hablar de instituciones simbólicas como la Caixa o el Barça.

Y no se trata de cambiar el tono del discurso público, se trata sólo de normalizar el movimiento hacia una igualdad de oportunidades efectiva, con el reconocimiento de las diferencias. Que se entienda de una vez que es igual de frívolo (o de poco) acabar antes una reunión porqué hay fútbol que empezarla más tarde porqué una debe ir a la peluquería. La reinvindicación más revolucionaria es, justamente, ser uno mismo y poder mantener intacto tu compromiso colectivo.

A todas mis amigas les gusta Ségolène. La encuentran guapa y lista. Y eso que nunca las mujeres nos gustamos entre nosotras. Es el inicio de un cambio: el de perder los complejos como mujer si se aspira al poder. Aquí, en Catalunya, deberíamos ponernos las pilas.

dimarts, 16 de gener del 2007

Las consecuencias de no saber perder


Mi amigo J, mexicano, vino a Barcelona a pasar las fiestas con la familia de su mujer. Ante una cerveza me contaba, consternado, la indignación que sentía por lo que López Obrador había hecho con su voto y asumía como propias las críticas más feroces que se le hicieron al candidato del PRD (Partido de la Revolución Democrática) en campaña: este hombre es un peligro…menos mal que no fue Presidente!

Dejando de lado el fraude personal que sienten muchos de los votantes de López Obrador en las Presidenciales del pasado Julio, la primera consecuencia política es clara: El PRD, con López Obrador a la cabeza, ha sacrificado a su electorado a favor de su militancia más radical. Y eso supone un grave problema y no sólo para el ahora segundo partido de México. Ya tuvimos una prueba en las elecciones del estado de Tabasco, que fue un termómetro claro de la caída en picado del PRD (sacaba más de 8 puntos de ventaja antes del ‘affaire Obrador’). Seguramente, la radicalización del PRD suponga la vuelta como segunda fuerza de un PRI con la renovación y modernización todavía como asignatura pendiente y el estancamiento de la reforma del sistema de partidos mexicano.

La segunda consecuencia política es quizás a más largo plazo pero también de calado más profundo. Con la acusación de fraude orquestado y generalizado y sus intentos de revolución civil –con toda la parafernalia que los acompaña- López Obrador ha dañado las instituciones más sólidas y bien valoradas del sistema político mexicano. A saber, el Instituto Federal Electoral (IFE) y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). Instituciones que fueron reformadas en los sexenios de Salinas y Zedillo y que daban fuerza y legitimidad a un sistema institucional debilitado.

Poner en tela de juicio las instituciones democráticas es de por si un grave problema pero las consecuencias pueden ser todavía mayores en un país como México. La llave de vuelta del progreso sostenido en toda Latinoamérica ya no está, como hace dos décadas, en la estabilización de sus variables macroeconómicas sino justamente en la construcción de un estado de derecho con instituciones sólidas y eficaces. Instituciones que permitan no sólo el control democrático y la transparencia, también la efectividad de las políticas públicas.

Para gente como J, pero también para muchos de nosotros, no hay excusa para la actuación de López Obrador hacia su país. Un señor que proclama –y cito literalmente- ‘al diablo con las instituciones’ y que dilapida un importante capital político por un personalismo difícil de entender en democracia. En un momento como el actual, con el populismo como fuerza pujante en todo el continente Latinoamericano, López Obrador supone la desarticulación definitiva de la izquierda mexicana; no sólo como fuerza de oposición necesaria al Presidente Calderón sino también como alternativa posible en un futuro próximo. Y eso, insisto, son malas noticias.

dimarts, 9 de gener del 2007

¿De qué nos hablan los números?

Columna publicada a Expansión


Este verano volví a la India después de diez años. En este tiempo, me había construído una imagen de la situación del país forjada a base de titulares: el gigante emergente, la India como nueva potencia mundial, una de las economias que mejor funcionan….Y hallé un país que no se diferenciaba en nada al de hace una década, un país que destila pobreza allá donde mires, un país al que le faltan décadas para poder empezar a llamarse desarrollado.

Vaya por adelantado que no estoy hablando de un conocimiento riguroso de la situación del país, vaya por adelantado que la situación real de la India en estos diez años está más que documentada, pero la reflexión que me inspiró mi viaje es la siguiente: cuando se habla, en téminos de información general, de la buena marcha de un país se utilizan datos macro como el crecimiento del PIB (para la India, un crecimiento espectacular con una media del 7% en esta última década) que distan mucho de ser un reflejo fiel de la situación. ¿No tendríamos que hacer un esfuerzo colectivo, desde los medios de comunicación por ejemplo, para acompañar estos datos de otro tipo de indicadores? La esperanza de vida, que en la India es de 63 años, la proporción de población que vive por debajo de la linia de pobreza, de un 30%, la media de edad, que se situa en 25 años, el índice de analfabetismo, de un 40%, o la tasa de suicidios en las zonas rurales que ha aumentado de 15 entre 100.000 en 1995 a 57 entre 100.000 en 2004. Y sobretodo, el PIB per cápita, que ha aumentado al menos dos puntos por debajo del PIB global. ¿No son estos indicadores un reflejo igual de in-fiel de la situación que vive el páis? ¿No tenemos un sesgo en términos informativos que acaba perjundicando la percepción y por ende el débate público?

Es una obviedad afirmar que una economía, y un país, es mucho más que la suma de sus estadísticas. Pero justamente por ello debemos hacer un esfuerzo de rigor en la presentación y en la interpretación de las mismas.

Haciendo un salto conceptual y geográfico importante, un poco lo mismo sucede en España. Ya no tanto por la sospecha que el último dato de crecimiento del PIB, del 3.8%, seguramente no se traduce en un crecimiento per cápita de la misma magnitud ni en un aumento del nivel de vida de sus ciudadanos, sinó también por como se concibe la contabilidad nacional. En un interesante artículo (Putting the Horse in Front of the Cart:Towards a Social Model for Mid-Century Europe) Gosta Esping-Andersen aboga por reformar las prácticas contables hacia un modelo de contabilidad dinámica que permita no sólo tener en cuenta los efectos secundarios y las externalidades de una política determinada, sinó sobretodo considerar parte del gasto social como inversión (y por tanto, con rendimientos futuros). Dicho de otro modo, encaminarnos hacia una contabilidad del Estado de Bienestar que separe las cuentas corrientes de las de capital, como hace cualquier empresa. Sino no se de que estamos hablando cuando decimos, y lo decimos todos, que la educación es la mejor inversión social.

Sólo una reflexión colectiva sobre cómo hacemos los números, sobre qué numeros priorizamos y sobre cómo los interpretamos podrá llevarnos a recuperar lo que hoy estamos perdiendo: que los números nos hablen con cierta propiedad.

Igualdad de Género

Columna publicada a Expansión


El pasado 9 de Junio el Consejo de Europa finalizaba su sexta conferencia ministerial sobre la igualdad de género con un mensaje muy claro: La igualdad es una condición necesaria para la democratización de nuestras sociedades y un requisito indispensable para el crecimiento económico. O dicho en palabras de Terry Davis, su secretario general,’la desigualdad de género es injusta, poco inteligente y cara’.

El primero de los tres argumentos eximidos por Davis, la injusticia, tendría que ser razón suficiente para que en España, que se autodefine como sociedad madura y democrática, se destinaran muchos más esfuerzos y recursos a paliar una desigualdad que viene afirmada por cuantas estadísticas miremos.

Parece sin embargo que no es suficiente. Lo que nos lleva a pensar que una estrategia más inteligente sería centrarnos en la fuerza de los otros dos argumentos.

La desaparición de las mujeres del mercado laboral después de tener hijos (bien la desaparición física o la limitación impuesta por el ‘techo de cristal’) se estima que puede llegar a suponer, como mínimo, entre uno y tres puntos porcentuales de nuestro PIB.

¿Puede una sociedad permitirse este derroche colectivo resultante de o bien tener a toda una generación de mujeres formadas ‘desaparecidas’ o bien tener a toda esta generación de mujeres trabajando pero sin tener hijos? ¿Cómo puede ser que la administración no intente combatir este enorme fallo de mercado?

España se está despertando de un déficit gravísimo en el terreno de las políticas de familia. Sin embargo, hay más retórica que acción efectiva. Las políticas que existen combinan facilidades para tener una jornada reducida los primeros años de un hijo con discriminación positiva hacia las mujeres en cargos de visibilidad (aunque la paridad sea inexistente en cargos menos visibles como el de secretario de estado). Y ahora se están introduciendo leves mejoras (como los 10 días de permiso de paternidad para los trabajadores de la administración central) recogidas en el Plan Concilia y en la Ley de Igualdad recientemente aprobada.

Todas estas políticas me parecen bien. La primera, porque deja espacio a la elección. Las otras, porqué mandan señales que son necesarias para romper inercias. Pero ninguna ataca en absoluto el problema de fondo.

La administración tendría que ser más valiente y puesta a mandar señales tendría que, poniéndome un poco bestia, desconectar la corriente a las 19h (las reuniones a las 20h sólo sirven para escabullirse del baño de los niños) o, ahora ya más en serio, proveer a sus trabajadores con servicios in situ de cuidados de niños. Y sobre todo, lo que se tendría es que realizar un esfuerzo significativo de inversión en la infancia (via prestaciones directas por hijo y escolarización 0-3 además de servicios extensivos de cuidado a la dependencia). Esto es, políticas más agresivas, que ataquen al problema de raíz y con un reflejo presupuestario.

A veces pienso que si los Ministros de Economía fueran mujeres no caerían tan fácilmente en las contradicciones de realizar esfuerzos de contención de gasto y saneamiento de las finanzas públicas al mismo tiempo que permiten un derroche colectivo de esta magnitud.

El problema es que no creo que salgamos de dudas, al menos en el corto plazo.

El poder en España

Columna publicada a Expansión


A mi amigo M le suspendieron el proyecto de final de carrera de arquitectura porqué presentó un cine inclinado y el catedrático en cuestión le espetó: todos los cines son planos. Estás suspendido. Así sin más. Fue inútil que M le dijera que no, que existen en Barcelona muchísimos cines inclinados y que de hecho responden mejor a la normativa de seguridad. Por no hablar de lo mucho mejor que se ve la película.

Lo más extraño fue que mientras M explicaba su aventura, una aventura que le supondrá tirar un año de su vida a la basura, la gente que estábamos a su alrededor asentía, compungida, con una sabiduría como antigua, adquirida a pesar de tener veintitantos: las cosas funcionan así. Ya se sabe.

Al cabo de dos días estuvimos cenando con una pareja que vive y trabaja bastantes kilómetros al norte de los Pirineos. Nos mirábamos anonadados mientras contaban como sus jefes no sólo les daban cancha cuando hacían algo bien, sino que se sentaban con ellos a ver como podían mejorar lo que habían hecho mal.

Ante esta dicotomía cultural no es difícil adivinar las distintas expectativas respecto al futuro. Unos, serenos, sabían que ‘llegarían’ dónde se merecieran. La tranquilidad de saber que cada cosa está en su lugar. Los otros, ya se sabe: tantas barreras amargan. Con una sonrisa torcida sabían que el tiempo era el único factor que juega a su favor, y que acabarían llegando porqué sí; porqué así lo manda el ciclo vital. Pero que una vez ahí harían lo mismo ‘no voy yo a ser el imbécil que no se aproveche’.

Hasta aquí el episodio personal.

Si nos fijamos en las estadísticas de satisfacción laboral en España observamos que están positivamente correlacionadas con la edad. A más joven, menos satisfecho.

A nivel Europeo, la primera encuesta comparativa realizada en 2003[1] muestra como la satisfacción en España está por debajo de la media. Además, estudios econométricos[2] señalan como todavía permanecen efectos fijos de país de gran magnitud, tanto en el análisis de la satisfacción en el trabajo, como en el de sus características. Ceteris paribus, los empleados austriacos, daneses e irlandeses declaran un nivel de satisfacción sustancialmente mayor en todos los ámbitos que los empleados de los países mediterráneos.

La conclusión es la siguiente: parece que en España el poder se utiliza en negativo. Te limito, ergo tengo poder. Y lo que es casi peor, se apuesta por la sumisión en lugar de por la autonomía. Prefiero trabajar con alguien inofensivo que con alguien bueno.

En un país como España, que aspira a estar entre los mejores durante este siglo XXI que ahora empieza, no vamos a llegar a ningún lado con liderazgos en negativo, sin saber trabajar –de veras- en equipo y sin saber crear los sistemas de incentivos correctos. Suponen un freno importantísimo a la innovación y a la calidad, dos requisitos imprescindibles para jugar y para permanecer en primera división.
[1] http://www.eurofound.eu.int/areas/qualityoflife/eqls.htm

[2] Job Satisfaction in Europe,Namkee Ahn and Juan Ramón García.FEDEA (Madrid)

El Benestar del S.XXI

Article publicat a El Periódico

El Partit dels Socialistes de Catalunya va dedicar la seva IV conferència nacional al debat sobre l’estat de benestar. No es va obrir ni tancar el debat en aquella ocasió, ja que és un debat que ens acompanya permanentment: és consubstancial al que nosaltres entenem que és el socialisme. La Fundació Rafael Campalans vol contribuir a aquest debat convidant a Patrick Diamond a pronunciar una conferència titulada ‘Crisi i oportunitats de la nova política econòmica dels Estats del Benestar europeus’ amb la participació del Conseller Castells el proper 24 de Març. Diamond, de 31 anys, ha estat assessor de Tony Blair i és coautor del darrer llibre de Anthony Giddens ‘The New Egalistarism’. Un llibre que a partir de les aportacions de sociòlegs i economistes de la talla de Ulrich Beck, Julian Le Grand o Gosta Esping-Andersen contribueix de manera notable al debat teòric del socialisme democràtic europeu.

El debat teòric té una importància intrínseca però és a més necessari per fer un diagnòstic acurat, per saber en tot moment cap a on volem anar.

Partim del reconeixement que avui estem vivint una transformació estructural de l’economia i la societat. La competència es desenvolupa en un entorn globalitzat, les economies estan terciaritzades, la societat és molt més plural i diversa (tant per les transformacions que estan patint les formes del treball, de la família com pel fenomen de la immigració) i culturalment som no tan sols més individualistes sinó també molt més exigents amb els poders públics (utilitzem molt més ‘l’exit’ i el ‘voice’ dels que parlava Albert Hirschman).

Aquesta realitat que acabo de sintetitzar obliga a adaptar el nostre compromís per la igualtat i la justícia social.

Com?

En primer lloc, entendre que igualtat i llibertat van de la ma, o en altres paraules, donar per superat el conflicte entre eficiència i igualtat. Vol dir això que tan sols ens importa la igualtat d’oportunitats? No, perquè entenem que si els punts de partida són massa desiguals mai s’aconseguirà la igualtat que desitgem. En aquest sentit la desigualtat de resultats és rellevant. Però l’enfocament de les nostres polítiques ha de ser cap a garantir una major igualtat d’oportunitats i no de resultats, tot entenent que hem de fer esforços importants per anar, en el mig termini, igualant els nivells de partida.

En segon lloc, entendre que el creixement i el dinamisme econòmic són les millors garanties per mantenir l’estat de benestar; la competitivitat és sinònim d’èxit i cap de les polítiques que es dissenyin poden anar en detriment d’aquest. En aquesta línia, també defensem les polítiques de plena ocupació amb la flexibilització del mercat laboral que aquesta comporta: tenir una feina és la millor garantia per no estar exclòs en termes econòmics i socials.

En tercer lloc, entendre que abans la justícia social quedava limitada per les fronteres de l’estat-nació. Això ara ja no és així i ens obliga a fer front a un canvi d’escala on s’han de combinar les polítiques macro amb actuacions més pròximes, a nivells micro i adaptades a realitats diverses.

En quart lloc, entendre que vivim en societats molt més complexes i diverses on per mantenir la cohesió social s’ha d’anar cap a polítiques ‘fetes a mida’ i que s’activin quan hi hagi una situació de risc, prengui la forma que prengui. En altres paraules, dissenyar un sistema de benestar més adaptat al cicle vital de les persones. Això ha de permetre que tots els ciutadans i ciutadanes gestionin els seus projectes vitals amb la màxima llibertat possible, sense que cap decisió que prenguin –com tenir fills- els penalitzi excessivament. Però per altra banda això també exigeix demanar més responsabilitats als ciutadans enfront d’una visió més paternalista i intervencionista de l’estat.

En cinquè lloc, entendre que el repte en el camp dels serveis públics no està en la seva existència sinó en garantir la seva eficàcia i una major qualitat. Això implica dissenyar polítiques que a part de garantir els recursos impulsin la competència. En aquesta línia s’emmarca la discussió de la promoció del ‘dret a escollir’. Molts des de l’esquerra el rebutgen pels efectes nocius en la desigualtat (per exemple, Ron Hattersley deia que la obsessió pel dret a escollir comporta que quan uns escullen, els altres –generalment els més desafavorits- es queden amb el que resta). Nosaltres entenem que el dret a escollir sí s’ha de potenciar i de fet és una política que millora la competència i per tant la qualitat dels serveis públics sempre que s’acompanyi de certes garanties – pal.liar els problemes de desinformació dels més desafavorits i la potencial discriminació de determinats proveïdors- i d’altres polítiques de foment de la igualtat. En aquests casos, tal i com demostra Julian LeGrand en el llibre, el ‘dret a escollir’ redueix les desigualtats.

Aquest diagnòtic, com és obvi, deixa moltes qüestions a debatre però és un bon exemple de l’equilibri entre innovació i seguretats –o entre progrés i garanties- que s’ha de trobar per fer front als canvis socioeconòmics que estem vivint. Un equilibri que es fa necessari si volem continuar defensant amb fervor però també amb eficàcia els valors de sempre: igualtat, llibertat i justícia social.

Una altra cosa és parlar del com, de les polítiques, del detall de l’estratègia reformadora. Aquesta és, si es vol, la part més modesta de la política però també la més rellevant en el mig termini.

En aquest sentit, l’experiència de les polítiques socials del nou laborisme pot ser enriquidora. Unes polítiques que a través d’un important increment de despesa combinat amb una política fiscal centrada en deduccions selectives han aconseguit regenerar els serveis públics i treure a milions de famílies de la pobresa (1.5 milions de families de 1997 a 2003) però no han tingut efecte en la reducció de les desigualtats, que després d’augmentar notablement en l’època Thatcher ho han seguit fent durant els governs Blair.

La combinació de debat teòric amb experiències d’aplicació concreta és el que fan que la cita amb Diamond tingui interés...el que segur que sempre es tradueix en un salt endavant és l’aprenentatge.